OSCURIDAD - SEGUNDO CAPÍTULO.
Uno de los lugares preferidos para esas carreras era un paraje llamado "El Manzano", que estaba situado en la precordillera de Los Andes, entre Puente Alto y El Volcán, al que se podía llegar en un pequeño tren a vapor que transitaba en forma paralela al río Maipo. Había todo tipo de montañas en esa cordillera. Algunas eran muy empinadas, casi verticales, otras eran menos pronunciadas. La vegetación se componía de bosques que tenían gran variedad de árboles, entre los que se puede mencionar maitén, bollén, guayacán y quillay. También había muchos arbustos, como el litre, cuyo contacto podría provocar urticaria. De hecho, en una oportunidad lo atacó una alergia al tocar una rama de ese arbusto, que le produjo ronchas y picazón en todo el cuerpo y que lo mantuvieron afectado durante varios días. Se había curado, o por lo menos eso creyó, con unas pastillas de litre, compradas en una farmacia de homeopatía. En esa época trabajaba en una farmacia y visitaba muchos laboratorios y farmacias que se especializan en distintos medicamentos. Era el muchacho de los mandados y limpieza. También llevaba medicamentos a algunos pacientes del barrio alto de la ciudad. Por eso había recibido ayuda en esa farmacia especializada en una ciencia médica que sería muy criticada en el futuro, siendo calificada como pseudociencia. ¿Había sido curado por el medicamento o se había sugestionado, creyendo que era algo cierto o, simplemente, se había curado sin la influencia del mismo? Es conocido el hecho de que algunos pacientes creen haber sido curados por placebos, creyendo que era un medicamento. Muchas veces creemos que una medicina nos cura de un mal, pero puede ser sólo casualidad, como ocurre con gente que cree haber sido curada por un milagro. La enfermedad se supera, muchas veces, gracias a nuestro sistema inmune, a nuestra propia fuerza de voluntad (que algunos llaman fe) o a otros factores, como el descanso, adecuada movilidad, cambios meteorológicos, nuestro estado anímico o la alimentación.
En la precordillera también había muchos cactus, como el quisco, planta con espinas largas y duras, que ocasionan grandes dolores si se tiene la mala suerte de chocar con ellas. Había muchas rocas duras, que permitían escalar las partes más pronunciadas. Pero también había sectores con rocas de piedra caliza muy blanda, que se desmembraban y se deslizaban al intentar cogerse de algunas de ellas. En una oportunidad GX quedó atrapado en una de esas paredes casi verticales, de piedra y tierra, sin poder avanzar ni retroceder. GX era muy ignorante e intrépido en aquella etapa de su vida, cuando transitaba entre la niñez y la adultez. Nunca usó protección para escalar, jamás una cuerda ni un pico. Sólo se valía de manos y pies. Aquellos intentos de pretender subir como un mono o una araña pudieron costarle la vida, en más de una ocasión. En esa oportunidad logró subir y llegar hasta una planicie, con la ropa empapada en sudor. El sudor no fue ocasionado por la fuerza empleada, sino por la tensión que producía el saber que podía haber resbalado en cualquier instante. Cuando llegó a ese nivel miró hacia abajo y sólo entonces se dio cuenta de la peligrosidad a la que se había expuesto. Su carácter, influenciado, en parte, por libros y revistas de héroes y guerreros de civilizaciones antiguas, le hacía olvidar o ignorar esas situaciones peligrosas, teniendo la suerte de no haber caído herido ni una sola vez, a excepción de recibir raspaduras en brazos y piernas, al tropezar con arbustos. El resto de la subida fue más fácil, pero tuvo que dar un rodeo muy largo para poder descender. Bajar era mucho más difícil que subir, por lo menos cuando se hace sin equipos de protección. Tenía que evitar marearse al mirar hacia abajo. ¿Cuántas veces había hecho aquellas excursiones? GX no lo recordaba, por supuesto, pero sí recordaba muchas aventuras en aquellas quebradas. Muchas veces, cuando ya era adulto y viajaba por Europa, quisiera haber regresado a aquella cordillera, volver a subir por sus laderas y revivir muchos momentos agradables y otros menos agradables, ahora con más conocimientos y experiencia. Y, por supuesto, también con un equipo adecuado para escalar. Pero eso nunca fue posible. Europa lo absorbió por completo y para siempre. Por lo menos, eso creía él.
GX Sentía la sensación de que deliraba mentalmente. No sabía si estaba despierto o dormía, tenía dificultades para diferenciar entre el sueño y la vigilia. El tiempo nunca le había parecido tan relativo como en esos momentos, en los que viajaba al pasado con asombrosa rapidez y con una aún más sorprendente lucidez. A veces le parecía recuperar la misma perspicacia y fuerza que cuando era libre, cuando se dedicaba a sus actividades laborales y a sus estudios, sintiéndose reconfortado por sus éxitos y buenos resultados en las tareas que acometía. Sin comprender cómo, a pesar de la situación en la que se encontraba, a veces recordaba cosas que había leído y que le habían impactado o confirmado sus propias ideas.
Era una especie de interacción con escritores de diversas épocas, un diálogo unilateral con ellos. ¿Cuántos libros había leído en su vida? Menos de los que le hubiese gustado, porque su sed de conocimientos era inmensa y nunca la pudo saciar. Eran unos cuantos centenares los que había leído, desde que iba a la escuela hasta su edad madura, desde los libros religiosos, pasando por los clásicos griegos y hasta los más recientes, de diferentes autores y países. También recordaba innumerables conversaciones con muchos de sus alumnos, incluso cortas conversaciones de alguna que otra reunión con otras personas. Una de esas conversaciones había ocurrido hacía poco tiempo, le parecía. Fue una de esas típicas reuniones familiares, cuando se habla de muchas nimiedades y con muchas interrupciones, saltando de tema en tema. Se hacen preguntas, pero no se esperan respuestas. Cada uno va a lo suyo y no le interesa mucho lo que digan los demás. A GX le gustaba abordar temas interesantes y cada vez que alguien tocaba uno de ellos se disponía a dar su opinión, aunque sabía que debía ser cauto y no hablar mucho, no quería ser acusado de acaparar mucho la atención. Tampoco quería sabotear la parte festiva de la situación, puesto que había niños a los que se debía prestar mayor atención, máxime si uno de ellos era el festejado, por ser su cumpleaños, además de ser nieto suyo. Por ese motivo, apenas alcanzaba a esbozar una frase, siendo interrumpido inmediatamente o limitándose voluntariamente. Sin embargo, recordaba muy bien todas las intervenciones de cada una de las personas allí congregadas. Y no únicamente lo que se decía, sino también los gestos o la entonación de cada palabra o frase que las acompañaba. A veces se mencionaba, por ejemplo, la palabra libertad y se le daba unas vueltas, intentando comprender su aplicación concreta o abstracta. Finalmente, nada quedaba claro, porque nadie la definía correctamente ni había siquiera mínimo dos personas que la analizaran con suficiente profundidad.
Entonces el muchacho descargó su artillería pesada: "Yo no busco respuestas, porque ya me las da mi religión". ¿Qué se podía decir ante tal afirmación? GX se dio cuenta de que, llegado a ese punto, ya no tenía sentido insistir con argumento alguno. Tal vez, el joven se diera cuenta algún día que tenía muchas preguntas que su religión jamás le iba a responder. Se daría cuenta, además, de que todos los humanos tenemos preguntas y curiosidad, porque son rasgos de inteligencia necesarios para madurar y aumentar nuestras capacidades cognitivas. Albert Einstein, Galileo Galilei, Sigmund Freud, Stephen Hawking y todos los científicos, filósofos y matemáticos siempre tuvieron preguntas. Fue gracias a esas preguntas que llegaron a ser lo que fueron. Si alguien fuera conocedor de la verdad absoluta sería un genio muy superior a todos los conocidos y podría ser quien solucionara todos los problemas de la sociedad. Lamentablemente eso no es posible, no existe ese genio. Reconocer los límites de nuestra capacidad y conocimientos es una señal de modestia y respeto hacia otras personas. Buscar la verdad es un aliciente para enriquecer el bagaje cultural y llegar a comprender mejor la vida. Intercambiar opiniones (no lanzarlas a un tablero, ignorando las de los demás) es una buena forma de compartirlas y aumentar su eficacia o rectificarlas, si nos damos cuenta de que hemos estado equivocados. El interactuar en esa forma nos enaltece como seres sociales, le da sentido a la vida.
La mente de GX deambulaba en aquella oscuridad, con sus recuerdos, en el espacio, en el tiempo y posiblemente, también en alguna otra dimensión, suponía. Así como recordaba cosas cotidianas, conversaciones o discusiones, también recordaba muchos temas que siempre lo apasionaron. Entre otros, la teoría de la evolución, la historia de la humanidad o la historia de la vida sobre nuestro planeta, las mitologías de las antiguas civilizaciones y sus consiguientes derivados en teorías religiosas, copia tras copia de pueblos primitivos a otros que venían después, siglo tras siglo, milenio tras milenio. Sin saber por qué, pensó en su tiempo aprisionado como él mismo en aquel silencioso paraje. Pensó, sin saber por qué, en los horarios de trabajo, algo que lo había hecho reflexionar muchas veces, el porqué de las ocho laborales, por ejemplo.
GX pensaba que los horarios de trabajo deberían ser más reducidos, para dar más posibilidades de trabajo a más personas y ofrecer mayor tiempo para actividades culturales o artísticas para todos. Reflexionaba sobre datos tan importantes como irrebatibles. GX sabía que cuando nuestros antepasados deambulaban por la selva y la sabana, en tiempos muy remotos -en la Prehistoria- buscaba el alimento que se agotaba, a medida que la población aumentaba. Eso ocurrió durante aproximadamente ocho millones de años. Su alimento se componía de frutos y raíces que encontraba a su paso y que recolectaba.
Muchísimo antes, es probable que hubiera sido carnívoro. Nuevos estudios científicos apuntan a que antes de cazar, nuestros antepasados fueron carroñeros. Es imposible, por ahora, demostrar qué fue primero. Lo que la ciencia ha afirmado que primero fueron herbívoros. Luego, algunos grupos de homínidos empezaron a cazar. Los animales de presa también se agotaban o se alejaban, huyendo de los cazadores. Al mismo tiempo, otros animales más fuertes perseguían a los cazadores. De ahí que esos grupos fueran nómadas. Caminar, correr, cazar y esconderse eran sus actividades principales. Esto ocurrió durante varios millones de años, si nos remontamos a los primates, de los cuales surgió el homo sapiens, hace unos trescientos mil años. Asimismo, el género homo apareció hace unos dos o tres millones de años.
A medida que las sociedades fueron avanzando en su desarrollo, detenido a veces por diversas guerras, hemos llegado a un tipo de sociedad en la que hay todo tipo de actividades, que han ido superando etapa tras etapa, cada año con mayor aceleración. Esto ha ocasionado que los trabajadores deban elegir entre una innumerable cantidad de oficios y profesiones, muchas veces muy lejos de sus viviendas. Cuando los trabajadores eran esclavos o siervos no había horario de trabajo. Eran los caprichos y necesidades de sus amos, señores, sacerdotes y reyes lo que determinaba cuánto debían trabajar los esclavos o los siervos. Durante el capitalismo, que aún se mezcla con el esclavismo en algunos países, las jornadas de trabajo eran de 12 o más horas. Gracias a las luchas de los trabajadores (no exentas de muchos sacrificios y muertes) se logró que las jornadas disminuyeran a 8 horas. En algunos países, como Suecia, las jornadas de trabajo son más cortas. Poco a poco, hace unos diez mil años (aunque nuevos descubrimientos arqueológicos puedan cambiar este dato a muchos miles de años más temprano), el hombre descubrió que podía cultivar la tierra y se volvió agricultor. Entonces se estableció por más tiempo en un lugar, e incluso durante toda la vida. Sus descendientes siguieron viviendo en el mismo sitio, hasta que las guerras entre tribus los dividió en grupos sedentarios y otros, nómadas. Otro motivo por el cual algunos grupos siguieron siendo nómadas, fueron otras dos grandes actividades, la ganadería y el pastoreo.
A medida que la población aumentaba y la sociedad se organizaba, fueron naciendo las ciudades. Las actividades de trabajo y comerciales se fueron diversificando. Esto comenzó hace unos siete u ocho mil años, de acuerdo a los descubrimientos arqueológicos más recientes. Los primeros escritos conocidos, en tablillas de cerámica, son de aproximadamente seis mil años, cuatro mil A.C. Es conveniente recordar los datos sobre en qué milenios se produjeron cambios importantes en el desarrollo de la Humanidad para entender mejor su posterior desarrollo. No solo desde hace 2000 años A.C, como muchos historiadores han afirmado durante cientos de años.
Otros acontecimientos importantes son el descubrimiento y uso del fuego (más específicamente se puede hablar de la "domesticación" del fuego), hace unos quinientos mil años y la invención de la rueda, hace aproximadamente unos cinco mil años. Luego vinieron muchas etapas en la historia de la humanidad. Nosotros conocemos más sobre lo que sucedió desde algunos siglos antes de Cristo. Han existido muchas civilizaciones e imperios, de los que surgieron, poco a poco, los países actuales. La mayor parte de la información de lo que sucedió antes ha desaparecido, en parte, debido al paso del tiempo y los saqueos, y en parte, porque los fundadores de nuevas dinastías imperiales fueron borrando intencionada o involuntariamente todo lo que no les convenía que se supiera o que no se consideraba importante. Siempre fueron los vencedores los que dejaron testimonio de lo que sucedió, puesto que los de los vencidos fueron suprimidos.
GX quisiera haber viajado a los países en donde surgieron las antiguas civilizaciones, pero nunca pudo cumplir ese sueño. Le habría gustado leer mucho más sobre todo aquello que pudiera dar luz a muchas interrogantes sobre cómo se fueron gestando las distintas culturas y formas de pensar, cómo fueron evolucionando las creencias religiosas y las reflexiones filosóficas, desde los humanos más primitivos hasta los más modernos. Aunque muchos historiadores y científicos, en parte gracias a las excavaciones arqueológicas, ya han dado respuestas a muchas de esas interrogantes, aún hay mucho por descubrir. Le fascinaba todo lo que estuviera relacionado con la evolución de la mente. Se imaginaba, muchas veces, ver a los primeros de nuestros ancestros, mirando hacia el cielo, asustados. Fueron ellos los que comenzaron a preguntarse qué sucedía allí. Entonces, a pesar de que el cerebro había aumentado de tamaño, las ideas eran muy limitadas. El cerebro de un chimpancé, que pertenece a una especie cercana a la nuestra, es de apenas 320 cm3 y el del humano es de 1 300 cm3, una diferencia de casi 1000 cm3. El cerebro de un neandertal tenía casi el mismo tamaño (incluso más grande) que el de un hombre de nuestros días. Pero hay diferencias que pudieron determinar su capacidad de uso. Los neandertales usaban más la boca y los dientes para usar herramientas. Nosotros usamos las manos. Las especializaciones entre unos y otros eran diferentes. Por lo tanto, su capacidad para pensar también tenía que serlo. Tanto unos como otros carecían de referencias de sus antepasados, no podía haber respuestas racionales. Lo mismo puede ocurrir actualmente, si una persona estuviese completamente aislada del resto, sería imposible siquiera comprender el lenguaje, la forma de caminar o de alimentarse. Lo que a nosotros nos parecería normal, podría asustar a un ser que nunca ha tenido contacto con otros seres humanos, a pesar de tener las mismas características físicas y el mismo tamaño de cerebro.
GX cavilaba sobre esos y muchos otros temas, mientras pensaba cómo podía salir de la situación en la que se encontraba. Lamentaba no haber hecho tantas cosas que había planeado, tanto en favor de sí mismo, como para ayudar al desarrollo de la sociedad; tenía o había tenido tantas ideas, tantos proyectos que sabía ahora, nunca podría realizar. A menos que pudiera superar esa situación tan difícil. Todo eso, tal vez se terminaba ahí, en ese siniestro lugar. No sabía si volvería a despertar nuevamente, no sabía si el último sueño que había tenido era lo último de todos. Temía que todo lo que sentía no eran más que alucinaciones. El hambre podía causarlas. La soledad, también. Y si a esos dos importantes factores les sumamos la oscuridad, tenemos un cóctel perfecto para alucinar.
Mientras recordaba y reflexionaba, finalmente desechó la idea de mover su pierna. GX pensó que era mejor ahorra energía. Ya lo haría cuando creyera que tenía algún sentido moverse de ese lugar. Además, temía que, al moverse, su cuerpo pudiera deslizarse y caer, si estaba en una cama o en algún mueble.
Una caída podría agravar su situación. El ruido que había provocado su movimiento tal vez nunca hubiera sido real, sino solo producto de su imaginación. Sin embargo, de pronto le pareció oír voces. Intentó agudizar sus oídos. ¿Eran voces o ruido de cañerías? ¿Era el comienzo de un nuevo sueño o era el producto de una ilusión acústica? ¿Era algo real o ficticio, solo una sensación que obedecía al deseo de oír algo? Las voces se volvieron a repetir y parecieron más cercanas. ¿Eran varias voces o una sola, con su eco? ¿Una carcajada? ¿Había oído una carcajada? ¿Era un lamento o grito de advertencia? Así como habían llegado esas voces o lo que le parecieron voces y una risotada, de pronto se oía la nada. Nuevamente había un silencio absoluto. ¿Estaba sintiendo algún trastorno mental? Nunca antes en su vida había tenido alucinaciones, por lo menos eso creía. Pero la condición en la que se encontraba, tal vez había despertado una anomalía en el cerebro, debilitado por la falta de estímulos y nutrientes. GX volvía a desvanecerse. ¿Volvería a despertar?
Continúa en el capítulo tercero.
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